LA FUENTE
Una fuente
en mi visión
cobra vida,
como si naciera
de mi misma.
Hay palomas
adormiladas
al borde de sus aguas
que tu mano agita.
Luego el silencio.
Y es tu voz
que se alza
y recorre mi alma.
Hay paz
en las miradas.
Eternidad
en las aguas
que acaricia
tu mano.
En la blanca fuente
los pececillos
ondean.
Son dorados,
son celestes.
Y tú me hablas
de la vida nueva;
de ver con tus ojos
lo que va
gestándose.
Sentados
junto a la fuente,
donde viene
a beber
nuestra mutua
soledad,
tú me anuncias
un eterno
amanecer.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado
Señor Jesucristo
De mi poemario
"El árbol invencible"
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