CONFESIÓN
Te llevo muy dentro
en el torrente
de mi sangre,
en lo más íntimo
de mi alma,
y estás como un placer
deleitándome siempre.
Yo era una flor
despojada
de sus pétalos,
arrojada en el suelo,
y Tú me recogiste
para apretarme
a tus latidos.
Tú
me has devuelto
la vida.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado
Señor Jesucristo
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