CRISTO EN EL DESIERTO
Tus ojos derraman dolor
y el cilicio de tu alma
por el pecado de la humanidad
que sangra,
tus manos apretadas en un ruego,
desesperación hay en ti Señor.
Líbranos del flagelo, mi amado,
y mira mi llanto
que rueda por esas piedras amargas.
Yo miro en silencio tus pies descalzos
que van dejando huellas de soledad.
Amado Jesús,
tus ropitas pobres se han llenado
del polvo del desierto,
y de la angustia que emana
tu santo cuerpo.
Tu mirada taciturna
no tiene final.
Abarca todo el universo,
ya no hay salida para el humano despertar.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado Señor Jesucristo
Derechos reservados