TE PIENSO
¡Qué diminuta es la vida!
¡Qué incomprensible!
¡Qué ajena!
¡Pensar que amé tanto
con ojos de niña asombrados!
Y hoy que mido el tiempo
transcurrido, y penetro
en este enorme pensamiento
que es la vida,
me hastío de este quebranto
y contemplo con ojos viejos,
la inmensidad de este misterio.
Y me pregunto llorando quedo:
¿Para qué vivo?
Y porque amarte es
mi más perseverante secreto,
ausculto tu mirar
distante, sereno;
y recostando mi rostro
reflexivo,
surcado de años,
te pienso
y resignadamente entiendo
para qué vivo.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amado
Señor Jesucristo